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jueves, 8 de mayo de 2025

Fronteras mexicanas: Puentes de historia y humanidad

Hazael Ruíz Ortega

La evolución de los límites y la configuración de las fronteras de México y el rostro solidario de quienes los custodian son testigos de un pasado con momentos significativos y retos del presente.
Desde el inicio, los antiguos señoríos mesoamericanos, demarcaban sus territorios con ríos y cerros sagrados, hasta la línea moderna que hoy separa a México de Estados Unidos y Guatemala. Cada límite cuenta una historia de identidad y adaptación.
México aprendió que una frontera no es solo una línea, sino un espacio de encuentro. Los agentes que vigilan estos límites encarnan ese ideal: permiten que las mercancías legales circulen y que las familias se reúnan.
En el norte, el Río Bravo no solo divide geografías, sino que une culturas mediante puentes como el de Laredo-Nuevo Laredo, por donde transitan diariamente miles de personas y mercancías que alimentan la economía binacional. Al sur, la selva Lacandona sirve de frontera natural con Guatemala, un recordatorio de que los territorios, antes de ser políticos, son ecosistemas compartidos.
Estas fronteras se han convertido en espacios de intercambio, donde el personal aduanal y migratorio desempeña un papel esencial como facilitador de convivencia global.
En cruces como el de Tijuana - San Diego, el más transitado del mundo, los agentes fronterizos mexicanos trabajan en sincronía con sus homólogos estadounidenses para agilizar el flujo de vehículos y peatones. Su labor no se limita a revisar documentos: son guardianes de la seguridad colectiva de ambos lados de la línea mediante tecnología de vanguardia y protocolos rigurosos.
Durante la pandemia de COVID-19, su rol fue vital para mantener abiertos los pasos esenciales, asegurando que los medicamentos y alimentos cruzaran sin demoras.
La Patrulla Fronteriza mexicana trabaja en coordinación con autoridades locales para rescatar a migrantes varados en el desierto de Sonora, las temperaturas superan los 45 °C. Con drones y patrullas, buscan a personas perdidas o heridas, llevándolas a albergues donde reciben cobijo. Estas acciones, aunque poco visibles, salvan cientos de vidas al año y reflejan un compromiso que va más allá del deber.
Las fronteras al presente son escenarios de innovación. En Nuevo León, sistemas biométricos agilizan el paso de trabajadores transfronterizos, mientras en Baja California, el programa piloto permite a empresarios mexicanos y estadounidenses tramitar permisos comerciales en línea, reduciendo trámites. Los avances implementados por personal capacitado, demuestran que las fronteras pueden ser catalizadoras de progreso cuando se gestionan con visión y empatía.
Pero la verdadera grandeza del personal fronterizo mexicano se revela en su trato humano. En Chiapas, agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) colaboran con organizaciones civiles para asistir a familias que atraviesan el país. Brindan agua, atención médica primaria y orientación legal, actuando como primer contacto.
En la frontera sur, servidores públicos han sido testigos de historias dolorosas, también de esperanza, como el de una madre que cruzó con sus hijos y encontró en un oficial de migración no solo un cumplidor de la ley, sino un aliado que ayudó a contactar a su familia en los Estados Unidos. Otro ejemplo: oficial mexicano saluda cálidamente a un niño que regresa de visitar a sus abuelos en El Paso.
Concluyendo, las fronteras, cuando se custodian con protocolos humanistas, no dividen: conectan. Y en esa conexión, México sigue escribiendo su historia.
hazael.ruiz@hotmail.com

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