Este lunes 1 de septiembre inicia con la entrega del primer informe de gobierno de Claudia Sheinbaum.
¿Hay avances o retrocesos? Esa es la gran disyuntiva, aunque el ambiente que se respira es de crispación, en lugar de alegría o felicidad.
A casi un año de este gobierno, la gobernabilidad se le ha salido de las manos a la presidenta.
La disputa encarnizada entre las dos facciones del Cártel de Sinaloa, está imparable. No hay quien enfrente a Chapitos y Mayitos.
Los pactos de Ismael El Mayo Zambada, así como de Ovidio Guzmán, han cimbrado con fuerza la inestabilidad política.
A ello, se le suma un Congreso de la Unión -Senado y Cámara de Diputados- que no están del lado de la mandataria; cada que pueden la contradicen.
Hoy entra en funciones un nuevo Poder Judicial, cuestionado de inicio a fin, es decir, desde que se discutió su reforma hasta la toma de protesta de los nuevos juzgadores.
El magistrado del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Reyes Mondragón pidió anular la elección, pero sus pares no lo secundaron.
Y no es para menos las graves irregularidades desde la elección de candidatos, su campaña y el resultado con sólo 13% de participación del padrón, evidencian una falla monumental.
La desaparición de los órganos autónomos, le permitieron al Ejecutivo concentrar el poder y de esa manera debilitar el equilibrio institucional y el estado de derecho.
De acuerdo a la Coparmex, la inversión fija bruta acumuló nueve meses de caídas, y el ánimo de invertir entre socios, cayó 12.8 puntos al cierre de 2024, situándose en 38.3%, nivel comparable al de la pandemia.
La corrupción e impunidad continúa como el gran pendiente, pues en la 4T no hay voluntad de investigar y mucho menos de sancionar.
El desabasto de medicamentos se ha agravado, y al menos 44.5 millones de personas carecen de servicios de salud en el país.
En el ámbito político no hay apertura al diálogo; en Palacio Nacional, le han cerrado las puertas a la oposición.
La crisis en el Poder Legislativo, alcanzó niveles nunca vistos con la degradación del quehacer parlamentario, con el impresentable Gerardo Fernández Noroña a la cabeza.
En la Cámara de Diputados, se le prendió la pradera a Ricardo Monreal Ávila, pues los duros de su partido, se oponen rotundamente a que un panista presida la Mesa Directiva, que por ley le corresponde.
Ese es el panorama del primer año de la nueva gestión a cargo de Claudia Sheinbaum, impregnada totalmente del obradorismo
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