La Barriada/Martín Aguilar/Entre la espada y la pared

Dicen que no es lo mismo ser borracho que cantinero, y eso lo comprobó el jueves pasado el secretario de Gobierno, Martí Batres, a quien le encargaron la negociación con transportistas de la CDMX que exigen aumento de tarifas, y el asunto le estalló en las manos.

 

Los concesionarios del transporte en la capital anunciaron desde hace varios días que ayer estrangularían la capital del país, pues sus demandas de ajuste tarifario no han sido atendidas.

 

Es decir, el gobierno capitalino estaba adver­tido de los bloqueos que harían los transportistas, y Claudia Sheinbaum le encargó las negociaciones a su segundo de abordo, quien no tuvo capacidad negociadora y los capitali­nos la pagaron con otro viernes caótico.

 

Y es que, luego de tres años de negociación, el acuerdo era que a más tardar en mayo pasado se concretaría un acuerdo mutuo para incrementar las tarifas. Según Nicolás Vázquez Figueroa, vocero de los transportistas, el 6 de abril pasado el propio Martí les ratificó que habría aumento, y ahora sale con que el gobierno de la capital no permitiría "el desorbitante" aumento exigido por los concesionarios.

 

Esta falta de operación de Batres afectó no sólo a los usuarios del transporte, sino a los prestadores de servido, co­merciantes, empresarios y población en general, que mani­festaron su inconformidad con las autoridades de la 4T.

 

Ante ello, la jefa de Gobierno tuvo que tomar las negociaciones, ya que ni su segundo de abordo, y mucho menos su secretario de Movilidad, el pobre Andrés Lajous, hallaban la salida.

 

Quien tuvo que sacarle las castañas del fuego a Martí fue el secretario de Seguridad Ciudadana, Omar Hamid García Harfuch, que con sus policías desactivó la mayoría de los blo­queos y permitió que la ciudad volviera a medio funcionar.

 

Seguramente eso le cayó en el hígado a Batres, que no puede ver ni en pintura a García Harfuch porque siempre le ponen estrellita en la frente y a él, puros taches.

 

Y es que, mientras Martí seguía los desmanes sentado en la comodidad de su oficina, los capitalinos estaban vueltos locos. El funcionario intentó —como es su costumbre— po­litizar el tema, pero le salió cola. Acusó a los transportistas de provocadores, y aseguró que, si bien los hoy morenos habían hecho muchas protestas en las calles, jamás bloquearon ave­nidas en perjuicio de los ciudadanos.

 

¿Entonces los plantones de tres meses que él y sus colegas hicieron en 2006 sobre Paseo de la Reforma, y que quebraron negocios y dejaron a miles de personas sin empleo no cuen­tan? Era cuando lo más fácil era fastidiar a la ciudadanía y al gobierno, pero como ya no son oposición no saben cómo ac­tuar. ¿Verdad que no es lo mismo ser borracho que cantinero? 

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