Martín Aguilar
Ha transcurrido un mes desde la explosión de la pipa en el bajo puente de La Concordia, en Iztapalapa y la herida sigue abierta. El dolor de los familiares y amigos de las víctimas sigue presente en esta tragedia que dejó marcada a la zona oriente de horror.
La nube de gas LP esparcida en un diámetro de 180 metros combinada con un mínimo chispazo dejó entrever al infierno que atrapó a gente inocente que transitaba por la zona para ir a la escuela, trabajo, casa u otro sitio.
Aún quedan en el recuerdo los gritos de ayuda que emitieron las personas que se vieron envueltas por las lenguas de fuego que también lograron abrazar árboles, vehículos, transporte público, motos, aves, estructuras metálicas y todo lo que se encontrara a su paso dejando una huella de destrucción y dolor.
La muerte de un ser querido fue otra explosión que desencadenó un proceso de duelo traumático, que es complejo e intenso que el duelo habitual, debido a la naturaleza repentina, violenta e inesperada de la pérdida por la forma en que fue ésta.
Nadie imaginaría que un día común, habitual o cualquiera se transformaría en un paisaje oscuro.
No hay una forma correcta de sentir, dicen los expertos, ya que cada persona y cada familia lo vive de manera única, pero a menudo se experimentan reacciones emocionales, físicas y mentales intensas. Un ejemplo de ello es la madre de Abril, quien en días pasados acudió con su familia a la "zona cero", con la única intención de ver hacia dónde había corrido su hija para despedirla y darle luz a través de una imagen de la Virgen de Guadalupe, una veladora y flores.
Después de que el tizne invadiera gran parte de las columnas del puente, ahora lucen de blanco y son protegidas por varios ángeles que fueron grafiteados tras la tragedia.
Los vigilantes alados son testigos de las múltiples veladoras que han sido colocadas encendidas, las cuales piden una tregua a la lluvia para seguir iluminando el camino de los ahí caídos un 10 de septiembre.
Globos blancos, flores, fotos de las víctimas, incluso, la imagen de Jesucristo son parte del panorama que se aprecia en la cima de este sitio y, que fueron colocados, precisamente donde la pipa de la empresa Silza volcara y dejara escapar el hidrocarburo ocasionando esta tragedia que ha estado en boca y recorrido gran parte del mundo.
Algunos árboles aún lucen negros por la invasión del fuego en sus troncos y ramas. Las aves que ahí habitaban han emigrado a otros sitios, lo único que ha vuelto a brotar es el pasto que promete tapar los lugares carbonizados. A pesar de la gran afluencia vehicular a los alrededores, en la "zona cero" impera más el silencio que el ruido de los motores y el claxon de los autos.
Los reportes más recientes de la Secretaría de Salud Pública de la Ciudad de México (SSP) indican que el número de personas fallecidas a causa de la explosión y el incendio subsecuente es hasta ahora de 31.
Las historias de las víctimas revelan que fueron transportistas, transeúntes, profesionistas, estudiantes, entre otros que pasaban por el lugar, como el caso de Giovani, un joven de 15 años, que regresaba a su casa después de haber asistido a la Vocacional 7.
Decenas de personas resultaron lesionadas y aunque muchas fueron dadas de alta en días posteriores, otro grupo considerable permaneció hospitalizado, muchas de ellas con quemaduras graves que requieren atención especializada y un largo proceso de recuperación. Por ahora, nueve pacientes permanecen en atención médica.
Hasta hace unas horas, la última actualización de la SSP informó que el número de personas que han sido dados de alta asciende a 44.
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