Fwd: La Barriada/Martín Aguilar/Donde manda capitán

A unos días de que la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum dé su tercer informe de gobierno, y que la próxima legislatura en el Congreso de la CDMX, Morena ya no tendrá la mayoría, el gobierno de la supuesta llamada Cuarta Transformación ha emprendido una guerra contra todo lo que huela a los conquistadores de México, que incluye cambiar nombres de avenidas, sitios históricos y monumentos en las principales avenidas de la capital del país. 

Por decisión de Claudia Sheinbaum, la avenida Puente de Alvarado dejó de llamarse así, para convertirse en avenida México-Tenochtitlan; el Árbol de la Noche Triste se llama ahora Árbol de la Noche Victoriosa, y la estatua de Cristóbal Colón fue desaparecida del Paseo de la Reforma.

 

En lugar de la imagen del descubridor de América, sería colocada una cabeza olmeca con la forma de una mujer indígena, pero de última hora Sheinbaum se arrepintió de hacerlo y aunque no se sabe que monumento estará en el lugar donde se ubicó por más de cien años la estatua de Cristóbal Colón en Reforma.

 

Esos son sólo tres casos ocurridos recientemente, sin mencionar la disculpa pública que desde el principio de la actual administración ha exigido a España el gobierno de México, por la conquista del país hace 500 años.

 

Y está bien que la 4T pretenda borrar todo vestigio que recuerde a los conquistadores, si ese es su deseo, ¿pero al menos en el caso de la Ciudad de México Sheinbaum debió preguntar a la comunidad si estaba de acuerdo con sus decisiones?

 

Porque al parecer la jefa de Gobierno se siente dueña de la historia y la quiere modificar a su antojo, cuando muchos capitalinos no están de acuerdo en que desaparezcan monumentos históricos; no por adorar a los conquistadores, sino porque son parte de nuestra cultura.

 

Ni modo que el cambio de nombre de calles, sitios y monumentos cambie la historia, que, por cierto, es muy debatible y conjunta varias visiones. Sobre todo porque la inmensa mayoría de mexicanos somos una mezcla de sangre azteca y española.

 

Como quiera, la jefa de Gobierno debería consultar a la población si está de acuerdo en cambiar los nombres de los sitios que por años han identificado a la capital del país, independiente de que quiera honrar a la cultura identificada con Tabasco, como es la olmeca.

 

Porque no parece correcto que una sola persona sea la que decida la forma en que los capitalinos deben ver su historia. Sobre todo ahora que presumen tanto las consultas ciudadanas para decidir todo.

 

Y es que no son sólo los monumentos, sino decisiones tan básicas como destruir espacios deportivos en alcaldías como Coyoacán y Benito Juárez, por ejemplo, para construir sucursales del Banco del Bienestar.

 

Si el gobierno capitalino no quiere consultar con sus gobernados cómo quieren que se recuerde la historia en la ciudad, al menos tendría que preguntar qué opinan sobre modificar su entorno social, antes de emprender el derrumbe de espacios deportivos.

 

Ya ni acordarse que durante toda la Legislatura del primer Congreso de la Ciudad de México, su partido bloqueó todo tipo de consulta vecinal, incluyendo las del destino del presupuesto participativo.


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