Fwd: Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Nadie sabe para quien trabaja

"Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada." (Edmund Burke)

 

La seguridad en la Ciudad de México se ha convertido en un ejercicio de cinismo estadístico.

 

Esto ya se visualizaba en los últimos años con Claudia Sheinbaum al frente de la Capital, y lo que antes era el nuevo Gobierno de la CDMX, ya lleva un año en funciones y como si se tratara de una extensión en el rubro de la seguridad, han querido seguir la ruta de mentir con cifras a modo.

 

Hay que recordar lo que hace unas semanas la Jefa de Gobierno presumía, diciendo que la tasa de homicidios en la CDMX, es de 10 por cada 100,000 habitantes.

 

El verdadero termómetro de la paz social no está en las estadísticas, sino en la calle. Y en la calle, el miedo es ley. El fracaso más palpable de la estrategia de seguridad se encuentra en el delito de extorsión.

 

La extorsión es el crimen que destruye el tejido económico de las colonias y demuestra la ineficacia de la policía de proximidad y de la Fiscalía.

 

La COPARMEX documentó que este flagelo alcanzó cifras récord en el primer semestre de 2025 a nivel nacional.

 

Y según la última Encuesta Nacional de Victimización y Percepción (ENVIPE), revela que la extorsión tiene una cifra negra superior al 90%.

 

La inacción no se limita a la extorsión. El delito que afecta a millones de capitalinos a diario, el robo a transeúnte, sigue descontrolado.

 

Los datos de la propia Fiscalía General de Justicia (FGJ) confirmaron más de 700 robos a transeúnte en la capital en un solo mes. Si a esto se le suma el robo en transporte público (Metro y Metrobús), que impacta a la población trabajadora, se entiende por qué la sensación de inseguridad no disminuye.

 

El gobierno capitalino no ha logrado garantizar la seguridad básica en los espacios de tránsito masivo.

 

El nuevo gobierno ya no lo es, tiene un año  y cinco días de gestión, y, por lo tanto, la responsabilidad total sobre el estado actual de la seguridad. La tarea no es para una administración que inicia, sino para una que ya se instaló y que debe rendir cuentas sobre las omisiones que ha permitido en sus primeros doce meses.

 

La verdadera tragedia de la inseguridad en la CDMX no es la víctima de un titular, sino el millón de pequeños sacrificios diarios que hacemos para sobrevivir.

 

Es el joven que camina con la mirada fija en el piso, el adulto mayor que no saca el celular, la mujer que elige la ruta más larga pero más iluminada. La extorsión, con su cifra negra superior al 90%, ha convertido al pequeño empresario en un esclavo del crimen organizado; el robo a transeúnte, con sus más de 700 casos mensuales reportados, es la crónica de la impunidad en cada esquina.


La gestión de la Administración Central, es culpable de normalizar este desgaste emocional, permitiendo que el miedo no sea un suceso, sino el ambiente tóxico y permanente en el que se ahoga la esperanza de millones.

El fracaso de la seguridad también ha lacerado directamente la movilidad urbana. El fracaso en la recuperación del orden se traduce en un caos que va más allá del tráfico; es una señal de que la autoridad ha cedido el control del espacio público.

El transporte colectivo, sigue siendo un foco rojo de robos y asaltos, mientras que las vialidades están a merced del doble y triple estacionamiento, el comercio informal desbordado y los motociclistas que han hecho de la impunidad una norma.

Hoy, las calles y avenidas son tierra de nadie. Este desgobierno vial no solo genera horas perdidas, sino que alimenta la percepción de que no hay reglas ni autoridad capaz de aplicarlas.

El gobierno de Morena nos ha robado más que carteras o negocios: nos robó la tranquilid

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