Gloria Brito Nájera
"En los pasillos de los hospitales y las calles de Gaza se dibujan los rostros de una catástrofe humanitaria sin precedentes. Niños que luchan contra la desnutrición aguda, y madres que padecen tanta hambre que no pueden amamantar a sus pequeños", News.un.org, 22 de julio de 2025.
"Por primera vez la hambruna en la Ciudad de Gaza y sus alrededores fue confirmada oficialmente por un organismo de seguridad alimentaria respaldado por la ONU, tras casi dos años de asedio del pueblo palestino por Israel. Ya medio millón de personas se enfrentan a la hambruna", BBC News, 22 de agosto de 2025.
"Desde el inicio de la ofensiva de Israel contra Gaza, el 7 de octubre de 2023, al menos 59 mil 821 personas han sido asesinadas, en su mayoría mujeres y niños, y han resultado heridos 144 mil 477 personas, según cifras del ministerio de salud palestino, respaldado por la Organización de Naciones Unidas (ONU)", La Jornada, 28 de julio de 2025.
Lo que está ocurriendo en Gaza no es un accidente de la historia ni un simple arrebato de gobernantes enloquecidos, menos se trata únicamente de un conflicto religioso, como suelen presentarlo algunos medios de comunicación.
Esto que podemos observar es un verdadero genocidio calculado, planeado y sostenido por intereses económicos y políticos muy poderosos, que no dudan en pisotear la vida humana, donde las víctimas principales son hombres, mujeres y sobre todo niños palestinos, condenados a vivir en la miseria, el hambre y el miedo.
Las cifras que llegan de Gaza desde el inicio de la ofensiva israelí son escalofriantes, desgarradoras y sobre todo hacen que se sienta uno impotente ante tanto sufrimiento de un pueblo atacado y humillado, y un profundo coraje contra quien agrede sin tentarse el corazón, sólo por intereses mezquinos y un deseo atroz de aplastar y de apoderarse de una tierra que no es la suya.
De una población que no supera los dos millones de habitantes, ya se cuentan decenas de miles de muertos, entre ellos más de 17 mil niños. La ONU y distintas organizaciones humanitarias han denunciado que la hambruna y la sed se han convertido en armas de guerra, estrategia implementada con gran éxito por los pueblos expansionistas contra los más débiles: 93% de los hogares no tienen agua suficiente, y miles de familias pasan días sin probar alimento, y todo esto sucede a pesar de la contemplación del mundo ante el enemigo indolente que se muestra sin máscara, sin atavíos, simplemente así, con su rostro depredador dispuesto a destruirlo todo, como bestia salvaje, al asedio, en busca de enriquecimiento.
Uno de los lugares favoritos para atacar a Gaza son sus hospitales, que deberían de ser un refugio, hoy han sido convertidos en objetivos militares, dejándolos inservibles. Médicos y enfermeras tratan de salvar vidas en condiciones inhumanas, sin medicinas, sin electricidad, con pacientes heridos que esperan en el suelo, porque no hay camas, una triste realidad para un pueblo que está siendo exterminado y una triste realidad para quienes poseemos conciencia y nos duele el sufrimiento en el mundo y la manera cómo el imperialismo hiere y mata a quien se le antoje, bajo el amparo de los países que comulgan con sus intereses.
Y ¿ante este genocidio cuál ha sido la reacción de las potencias del mundo? Un silencio cómplice. La Unión Europea observa, Estados Unidos financia la barbarie y protege, y otros gobiernos guardan silencio. Las grandes potencias se presentan como defensoras de los derechos humanos en los discursos, pero cuando se trata de Palestina, esos derechos desaparecen.
El imperialismo, o sea, la unión de los gobiernos más poderosos con los grandes bancos y corporaciones, requiere mantener su control en Medio Oriente, e Israel es su base militar más fuerte en la región. Cabe recordar que, desde hace décadas, recibe cantidades enormes de ayuda militar y económica de Washington, por lo tanto, su misión es servir a los intereses de las potencias.
Al ver los bombardeos sobre Gaza, los niños muriendo de hambre o las familias desplazadas, debemos mirar más allá de los políticos en turno. Lo que se esconde detrás es un negocio gigantesco en manos de empresas que fabrican armas con tecnología avanzada.
En julio pasado, un informe de la ONU desenmascaró que 48 grandes empresas internacionales que todos conocemos, colaboran de manera directa con el aparato de guerra israelí: Microsoft, Google, Amazon, pero también fabricantes de armas como Lockheed Martin, Chevron, y hasta bancos europeos como BNP Paribas, Barclays, entre otros. Estas compañías no sólo venden armas o equipos, sino que también financian proyectos que desplazan a comunidades palestinas, y desarrollan tecnología de control y espionaje.
Pero incluso esas empresas no son el final de la cadena. Arriba de ellas se encuentran los grandes fondos de inversión, como BlackRock y Vanguard, que concentran miles de millones de dólares y son accionistas en casi todas las corporaciones que se enriquecen con la guerra. O sea, que mientras los palestinos pierden sus casas, sus hijos y están muriendo de hambre, los gigantes financieros del mundo aumentan sus ganancias. Por lo que, en definitiva, la guerra no es para ellos un drama humano, sino una oportunidad de hacer un negocio muy redituable.
A Gaza la están matando de hambre. También hemos visto escenas desgarradoras donde la gente, hambrienta, corre hacia los camiones de ayuda humanitaria, al acecho del enemigo, asesino, que le dispara antes de que pudiera obtener un paquete de harina, algo verdaderamente inhumano, niños que se desvanecen víctimas de la desnutrición y familias enteras haciendo una sola comida por varios días.
No debemos olvidar a Gaza, no debemos olvidar el sufrimiento de sus hijos, debemos ver a Gaza como el símbolo más doloroso de cómo el capitalismo, en su fase imperialista, destruye vidas sin miramientos con tal de expandir sus negocios para obtener las máximas ganancias.
El pueblo palestino resiste, nos está dando una lección, a pesar de todo, y su lucha es también la de millones en el mundo que no aceptan vivir bajo la bota del capital y la injusticia. Exijamos al gobierno de Claudia Sheinbaum romper relaciones con el gobierno de Israel, como una muestra de rechazo y protesta por los actos inhumanos que se cometen en Gaza.
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