Fwd: Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Lo que no se ve, no se juzga

Luego de lo dicho por el periodista, Ramón Alberto Garza de un encuentro secreto y como misteriosa, por decir lo menos, fue calificada la "visita" que la presidenta Claudia Sheinbaum hizo el pasado lunes 12 de mayo a la Secretaría de Gobernación, allá en Bucareli, en los dominios de la secretaria Rosa Icela Rodríguez.

 

¿Cuál fue el origen real de esa salida de la inquilina de Palacio Nacional para trasladarse al Palacio de Cobián a una supuesta reunión de la que nunca se dieron las explicaciones suficientes para justificar el traslado de la mandataria, que tiene una agenda diaria tan complicada como apretada?

 

Nadie recuerda una visita así en sexenios recientes. Sobre todo, porque en el lenguaje político cifrado, la visita de un presidente a un despacho con cartera sería interpretado como un espaldarazo del mandatario a las aspiraciones del secretario visitado. ¿Será que ya le dio ese espaldarazo a la secretaria Rosa Icela Rodríguez?

 

Quizás, por ello, comienzan a tomar forma las presuntas filtraciones de custodios, guardias y testigos silenciosos de aquella mañana y en las que aflora el motivo que dio pie a aquella visita: un encuentro privado, secreto, entre la presidenta Claudia Sheinbaum y su antecesor Andrés Manuel López Obrador.

 

Aquellos que especulan sobre esa presunta visita tan sui generis -incluyendo algunas instancias de inteligencia- advierten que el encuentro habría tenido lugar en una camioneta con cristales polarizados, estacionada en el sótano de la Secretaría de Gobernación.

 

La intención del presunto encuentro secreto habría sido que la mandataria y su antecesor se vieran cara a cara para reducir las crecientes tensiones que entre ellos se vienen dando dentro del nuevo gobierno y que algunas contrastan 180 grados con las políticas implementadas en su momento por el ex presidente López Obrador. El finiquito del "Abrazos, No Balazos"; los decomisos monumentales de un fentanilo que el antecesor decía que en México no se fabricaba; el huachicol fiscal que en seis años nunca se vio, pero que sirvió para enriquecer a un puñado de personajes del círculo íntimo lopezobradorista y empoderar a su partido, Morena; además de evaluar los conflictos crecientes entre los mandos militares y los de la seguridad civil.

 

Pero, en el epicentro de aquel presunto encuentro entre cristales polarizados, el debate más álgido entre antecesor y sucesora se habría dado en torno a las políticas a implementar frente a las crecientes amenazas del gobierno de Donald Trump, que vincula a personajes cercanos al gobierno mexicano con los cárteles de la droga, hoy etiquetados desde Washington como grupos  terroristas.

 

Más en concreto, sobre el retiro de visas a políticos en activo como antesala a la posible desclasificación de lo que se ha dado en llamar la "Lista Marco", esa letanía de nombres de personajes -la mayoría morenistas- que ya habrían sido investigados por el Departamento de Estado, que preside Marco Rubio, en un intento por exhibir las vinculaciones de políticos, empresarios y financieros con actividades ilícitas y con grupos criminales.

 

En concreto, advierten quienes habrían conocido los detalles de ese encuentro secreto, lo que habría orillado al ex presidente López Obrador a asumir el riesgo de trasladarse al estacionamiento del Palacio de Cobián habría sido la intención de la presidenta Claudia Sheinbaum de intentar sugerirle a la gobernadora de Baja California, María del Pilar Ávila, la separación temporal de su cargo. Todo, mientras concluyeran las deliberaciones sobre los motivos por los que el gobierno de los Estados Unidos le habría suspendido su visa. A ella y a su marido.

 

La sola idea de "seguirle el juego" a los norteamericanos encendió las luces de alerta en el ex presidente López Obrador. Sobre todo, cuando en la tan difundida "Lista Marco" se incluyen personajes muy ligados a su círculo íntimo, como Audomaro Martínez, Ricardo Peralta, Adán Augusto López, Mario Delgado, Rubén Rocha Moya y, por supuesto, la posibilidad del involucramiento de sus hijos Andrés, José Ramón y Gonzalo López Beltrán.

 

El mensaje de López Obrador a la presidenta Claudia Sheinbaum se presume que era tan directo, tan cara a cara, tan delicado, que no existía la opción de enviarlo con un tercero. El mensaje pudiera ser tergiversado, agregarle asuntos "de su cosecha" o que ese enviado pudiera más tarde testificar o filtrar lo que el ex presidente le pedía a su sucesora. Tenía que ser personalmente, sin filtros ni intermediarios.

 

Se trataría de definir, en aquella camioneta con cristales polarizados, la política de Estado -o mejor dicho, la estrategia del gobierno morenista- sobre qué hacer si desde Washington se activaran algunas de las detenciones de los hombres del llamado círculo íntimo lopezobradorista. Por lo pronto, se tendría que frenar la idea presidencial de solicitarle su licencia temporal a la gobernadora de Baja California, para evitar una crisis política en el seno del morenismo. Ni el ex presidente ni la Secretaria de Gobernación estarían de acuerdo con esa petición presidencial.

 

De haberse dado tal como se viene filtrando, los efectos de aquel presunto encuentro en los sótanos de Bucareli estarían por escribirse. Aunque, por la temperatura política del momento y los mensajes que van llegando desde Estados Unidos, ya se pueden intuir las consecuencias. ¡Que Dios nos agarre con los cristales polarizados! 


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