Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Crónica de una democracia muerta

La creación de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral abre la puerta a algo que por años pareció imposible: Una reforma electoral hecha desde el pueblo, a partir de sus demandas y convicciones. Lo dijo con claridad la presidenta Claudia Sheinbaum: Aquí no hay arreglos en lo oscurito. Esta vez, la oportunidad es construir un sistema electoral que nos sirva a todas y todos, en el que nos sintamos representados, convocados, inspirados a participar.

 

Hoy el mandato es otro, muy distinto a ese que nos repitieron durante años: Que las reglas del juego democrático sólo podían escribirlas los expertos. Poco se habló entonces de la relación política y económica de esos "expertos" con ciertos partidos y de su compromiso con un sistema marcado por el fraude, la exclusión y el privilegio. Ahí están casos como el de Luis Carlos Ugalde, pieza clave en el fraude de 2006, o Lorenzo Córdova, consejero de la élite, promotor del desánimo ciudadano, y hoy resucitado en los medios con sus comentarios racistas y discriminatorios.

 

Hoy el horizonte es distinto al que ellos impusieron: se busca revisar en colectivo el sistema electoral, generar un gran debate nacional para repensar el modelo de partidos y proponer un nuevo diseño que ponga en el centro al pueblo —no a los partidos, no a los apellidos de alcurnia, no a los mecanismos de exclusión que han intentado frenar la democracia—. Una democracia donde las mayorías establezcan las prioridades y donde se construya desde la igualdad.

 

Aún no hay un borrador de reforma, pero sí hay preguntas legítimas que ya resuenan en el debate público: ¿cómo justificar que los partidos políticos reciban más de 7 mil millones de pesos? ¿Qué podría hacerse con esos recursos? Programas de salud casa por casa, por ejemplo, como el que hoy impulsa el gobierno federal con apenas 5 mil millones. No se trata de desaparecer a los partidos, sino de recordarles a quién se deben: al pueblo. De exigirles que se ajusten el cinturón, que gasten con responsabilidad cada peso y que hagan de la justicia su prioridad política.

 

Porque más importante que eliminar a las plurinominales es lograr que quienes ocupan una curul salgan al territorio, caminen las calles, escuchen a su gente. Que entiendan que en política no se rinde cuentas al dirigente, sino al pueblo. Que nunca más un Alito Moreno se asigne una pluri sin tocar una sola puerta, como lo ha hecho también Marko Cortés desde el PAN.

 

Claro que esos temas son relevantes, pero no son suficientes, hay una pregunta más amplia. Lo verdaderamente urgente es preguntarnos juntas y juntos: ¿cómo construimos un sistema electoral que nos represente de verdad y que, sobre todo, nos inspire a participar? Que votar no sea un trámite sin sentido, sino una decisión con esperanza. Una convicción.

 

Este proceso no le pertenece a una comisión ni a un partido. Le pertenece a todas y todos los que, incluso cuando el sistema nos falló, seguimos creyendo en la democracia. Ahora es tiempo de que sea al revés: que la democracia nos devuelva la confianza, el entusiasmo, las ganas de ser parte.

 

Hoy Morena anuncia que tendrá una comisión de seguimiento de este proceso, y convoca al resto de partidos, aliados u opositores a hacer lo propio, consultar a su militancia e impulsar la construcción de una reforma popular y plural. Ojalá lo hagan.

 

Aquí cabemos todas y todos. Vamos a construir un sistema electoral que no sea un privilegio, sino un derecho. Que sea una herramienta para transformar la vida de la gente. Porque la democracia no es de unos cuantos, no es ajena, no está lejos: la democracia es nuestra. 

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