Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/La nueva deforma perjudicial

Se consumó. La reforma que abre la puerta a la elección popular de juezas y jueces ha dejado de ser una amenaza abstracta para convertirse en una realidad material, revestida de "democracia" pero tejida entre sombras. Con una participación cuestionable y resultados tan obvios como negados por sus promotores, el proceso dejó en claro que la votación fue un mero formalismo, un ritual para legitimar pactos políticos ya cerrados.

 

Detrás de la narrativa de empoderamiento ciudadano se esconde una verdad incómoda: la politización del Poder Judicial está más viva que nunca. Y no, no se trata de una revelación reciente. La justicia y la política llevan décadas, siglos, respirando el mismo aire. Lo sabían en Roma y lo saben en Palacio. Dolabela, estratega romano, lo dijo sin ambages: "Para dominar un imperio, hay que controlar al emperador, al senado… y a los tribunales." Nada ha cambiado desde entonces. Solo los nombres y los logos.

 

¿Qué cambia, entonces?

 

Todo. Antes, frente a un Estado que abusaba del poder, aún quedaban contrapesos. Jueces independientes, con toga y carácter, dispuestos a proteger al ciudadano frente a la arbitrariedad. Ahora, esos contrapesos corren el riesgo de convertirse en engranajes de un mismo aparato político.

 

Piense en esto: usted es periodista, activista o político incómodo. Un día amanece con una carpeta de investigación en su contra. El delito, cualquiera que implique prisión preventiva oficiosa. Le dictan orden de aprehensión. Lo detienen. Lo vinculan a proceso. Lo envían al Reclusorio. Antes, podía luchar. Había herramientas legales: amparos, recursos, garantías procesales. Hoy, con un Poder Judicial bajo vigilancia política, el derecho puede volverse silencio.

 

Y cuidado con la jueza o el juez que pretenda resolver conforme a Derecho. Allí estará el nuevo Tribunal de Disciplina, observando con lupa quién se atreve a salirse del corral, quién olvida la línea del partido. El mensaje es claro: la obediencia será premiada; la independencia, castigada.

 

El poder no protege, solo tolera

 

Y si usted milita en el partido en turno y votó por la reforma con entusiasmo, no se confíe. El poder no tiene lealtades eternas. Basta una decisión incómoda, un gesto de autonomía, para caer en desgracia. Porque cuando todo se decide desde un mismo escritorio, el sistema no distingue entre aliados y traidores: solo entre útiles y prescindibles.

 

La justicia, en teoría, debe servir al pueblo. Pero en este nuevo escenario, todo apunta a que servirá al poder. Los nuevos jueces y juezas, elegidos por el aplauso, difícilmente podrán resistir las presiones del aparato que los llevó ahí.

 

Ojalá que el miedo no se vuelva norma. Que los tribunales no se llenen de opositores o de culpables fabricados. Porque si eso ocurre, los únicos que perderemos no serán los partidos, ni las élites… seremos nosotros. 

Share on Google Plus

About .

    Blogger Comment
    Facebook Comment

0 comments:

Publicar un comentario