Según Max Weber, el político es quien aspira al poder, como medio para la consecución de otros fines.
De acuerdo al politólogo alemán, hay dos caminos: quienes deciden vivir de la política o los que viven para la policía.
Es claro que todos los políticos exhibidos en los últimos días en sus excesos de poder y arrogancia, escogieron vivir de la política.
Son demasiado pocos, los que viven para la política; un claro ejemplo, es el dirigente moral de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas.
Es difícil encontrar a alguien que cuestione la autoridad moral de Cárdenas, quien gobernó Michoacán bajo las siglas del PRI.
Pero lo que hoy encontramos, es una generación de políticos que ha abusado de la política única y exclusivamente para su beneficio personal.
De los políticos sometidos a la metralla de la crítica en los últimos días, ningún es conocido por sus ideas o propuestas que desarrollen una sociedad de avanzada.
Una síntesis de su actuar, podría calificarse como un ejercicio de la política del cinismo, del abuso y prepotencia.
Por ejemplo, el saliente presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, se quejó de las jornadas "inhumanas" en la Cámara Alta, pero no de sus viajes al otro lado del planeta.
O bien las "extenuantes jornadas de trabajo" a que fue sometido Andy López Beltrán que mereció de premio un viaje de súper lujo a Tokio, Japón, sin importar que haya perdido las elecciones de Durango y Veracruz.
Ellos, Noroña, Andy, Mario Delgado, Monreal y demás con gustos caros, son la antítesis de lo que debería ser el buen político.
Son vacaciones merecidas, se justifican al revés y al derecho; y merecen gastar en prendas de vestir costosas, trajes, camisas, cinturones, zapato y relojes de alta gama.
Presumen autos lujosos y blindados, con guaruras prepotentes y soberbios, vestidos de negro y con cabello engomado.
Visitan restaurantes lujosos, consumen costosos vinos, acuden a gimnasios y reuniones de la elite.
Se han comprado una vida que era del pasado; ahora se la apropiaron, porque son la nueva casta poderosa, saturada de excentricidades y adoradora de toda la parafernalia que criticaron hasta el cansancio.
La austeridad que pregonan, claro que existe, pero sólo se la aplican al pueblo que los encumbró mediante la compra de conciencias y dádivas que les alcanza para medio vivir.
Y los han regañado en Palacio Nacional por sus extravagancias, pero eso parece no importarles.
Difícilmente cambiarán su estilo de vida, en tanto detenten el poder para servirse a manos llenas.
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