Los actores políticos que participan en una elección son, cuando menos, la ciudadanía, que se convierte en el cuerpo electoral que con su voto decide el futuro del rumbo del país; los medios de comunicación, que tienen la doble tarea de informar el contenido de las plataformas electorales, por un lado, y difundir los principales acontecimientos a partir de los cuales se desarrolla la contienda, por el otro; el gobierno en turno, que debe procurar por todos los medios el apego de la elección a lo establecido por la norma, al tiempo que se juega su continuidad en el poder; los partidos políticos, que sirven como vehículos de ideología, propuestas y candidatos, y finalmente las autoridades electorales, que organizan, vigilan y, en su caso, validan el proceso. En la primera entrega de esta serie hicimos referencia al proceso electoral que viviremos en 2027, enfatizando tanto los cargos que se elegirán, como el nivel de participación que históricamente se ha tenido en este tipo de elecciones. Toca el turno de analizar el comportamiento – deseable y probable – de los principales actores de la elección.
Cualquier competencia electoral – ya no digamos la democracia en su sentido más amplio – implica el que las y los ciudadanos participen de la manera más activa en la toma de decisiones y en la construcción y consolidación de un proyecto común para la colectividad. El concepto mismo de ciudadanía entraña el arrebatar a quienes detentan el poder el monopolio de la determinación del rumbo y destino de un pueblo. Esa fue el efecto que se buscaba cuando en el siglo XVIII se enterró la figura del Estado absolutista. En este sentido y con este objetivo, la participación de la ciudadanía en una elección debe caracterizarse de tres acciones: informarse, participar y vigilar.
La información radica en saber cuándo será la elección, quiénes son los participantes, qué es lo que proponen y dónde es el lugar en el que corresponde emitir el voto. De acuerdo con una encuesta elaborada por Enkoll para el diario El País, en las elecciones judiciales del pasado 1 de julio menos de la mitad de la ciudadanía – únicamente el 48 por ciento – pudo señalar la fecha exacta en la que estas se realizarían. Según este mismo estudio demoscópico, solo el 23 por ciento de las personas encuestadas sabían quiénes eran las y los candidatos a jueces, magistrados y ministros. La participación, en su parte más relevante, aunque no exclusiva, estriba en asistir a las urnas y emitir el voto. En la pasada elección solo el 13 por ciento de las y los ciudadanos registrados en la lista nominal acudieron a votar, convirtiendo el abstencionismo de este proceso electoral en el segundo más grande, solamente detrás de la consulta popular de 2021 en la que se preguntó a la ciudadanía si debía juzgarse a los ex presidentes y donde la participación alcanzó únicamente al 7.11 por ciento del electorado. Finalmente, la vigilancia es el involucramiento de la ciudadanía en la organización y supervisión de la jornada electoral, incluido el conteo de votos y la determinación de resultados preliminares. En el proceso electoral para renovar al Poder Judicial la intervención de ciudadanos durante la jornada electoral llegó hasta el cierre de casillas y no incluyó el conteo de votos.
Con los datos duros de nuestra experiencia electiva más reciente es difícil pensar que la ciudadanía haya cumplido con su tarea. Un altísimo desconocimiento del proceso electoral, de las y los candidatos y de su postura respecto de la forma en la que el Poder Judicial tendría que estructurarse y funcionar, un porcentaje de votantes tan bajo como que solo uno de cada diez electores acudió a las casillas, así como la falta de certidumbre en los resultados por la ausencia de ciudadanos en el conteo de los votos, son muestra de ello. Pensar que en las elecciones de 2027 esto se pueda repetir es preocupante, como también lo es confiar en que ello se solucionará solamente apostando a las campañas que los partidos desplieguen durante 60 o 90 días. Si queremos apostar a un papel más activo de la ciudadanía, se requiere generar conciencia sobre lo que en una contienda electoral se juega. Hoy la perspectiva no es halagüeña.
En nuestras próximas entregas analizaremos el papel que tendrían que jugar los medios de comunicación, el gobierno, los partidos políticos y las autoridades electorales, todos ellos actores políticos esenciales en cualquier competencia electoral.
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