Martín Aguilar
El Centro Católico Multimedial (CCM) afirmó que en un país donde la promesa de una "transformación" absoluta de la vida pública se vendió como panacea contra los vicios del pasado, los escándalos de corrupción que salpican a la Marina, las Fuerzas Armadas, diputados, senadores y figuras clave de la mal llamada cuarta transformación que los representan no solo que son peor del pasado, también una burla colectiva a la inteligencia de los mexicanos.
Es hora de que México despierte de esta "pesadilla transformadora". La corrupción no es un legado del pasado, es el veneno del presente, acelerado por un gobierno que prometió transparencia, pero entregó opacidad. ¿Cuánto más toleraremos esta acelerada decadencia sin demandar la verdadera transformación que México merece?
En opinión del CCM, siete años han bastado para que este régimen, encabezado por Andrés Manuel López Obrador y continuado por sus herederos políticos, acelere un proceso de podredumbre institucional que ni siquiera el PRI, en sus 80 años de hegemonía, logró igualar en velocidad y descaro.
Mientras el tricolor tejía sus redes de clientelismo y cooptación con una lentitud artesanal, la 4T ha convertido la corrupción en el negocio dónde contratos millonarios, desvíos de fondos y alianzas con carteles criminales se multiplican peor que el virus del Covid-19, añadió.
En el editorial "Acelerada decadencia" mencionó que los casos que han sacudido las instituciones castrenses, tradicionalmente vistas como baluartes de la integridad nacional, han demostrado que el poder de la corrupción toca a todos sin distinguir cuello blanco o uniforme.
Mega proyectos como el Tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles, con sobreprecios y adjudicaciones directas, han beneficiado a empresas ligadas a círculos cercanos al poder.
Pero la ironía más cruel radica en la doble moral. Nadie en el círculo íntimo de López Obrador parecía saber de la corrupción rampante en Tabasco ni de "La Barredora", grupo de operadores criminales y políticos locales que, durante décadas, manejaron recursos con impunidad absoluta.
Diputados y senadores de Morena, no se quedan atrás: desde el escándalo de los "moches" en presupuestos hasta las denuncias por presuntos conflictos de interés en reformas fundamentales, tiende a normalizar la corrupción legislativa.
Y qué decir de personajes de la vida pública como los hijos del expresidente, acusados de tráfico de influencias en contratos públicos, ahora sin descaro, en la organización del partido, aspirando a suceder el patriarca de la transformación.
Sin embargo, el actual gobierno no pierde oportunidad para apuntar con dedo flamígero a administraciones anteriores, insistiendo en que "debían saber" de la corrupción de Genaro García Luna, el exsecretario de Seguridad Pública bajo Felipe Calderón.
Esta selectividad no es casualidad, es una estrategia para desviar la atención de un régimen que prometió erradicar la corrupción pero la ha institucionalizado bajo el manto de la "austeridad republicana".
El organismo católico sostuvo que esto ha provocado que México siga hundido en el fango de la percepción corrupta. Según el Índice de Percepción de la Corrupción 2024 de Transparencia Internacional, publicado en febrero de 2025, el país obtuvo un puntaje de apenas 31 sobre 100, ubicándose en el puesto 126 de 180 países evaluados. Esto lo coloca entre las naciones más corruptas del mundo, por debajo de países como Uganda y Gambia y; muy lejos de líderes como Dinamarca.
La región de las Américas promedia 44 puntos, pero México arrastra el promedio con su persistente impunidad y debilidad institucional, agravadas por la centralización del poder en la 4T.
Transparencia Internacional destaca que la corrupción en México no solo persiste, sino que se ha entrelazado con el crimen organizado y la erosión de contrapesos democráticos, alimentando un ciclo de impunidad que devora recursos públicos equivalentes al 9% del PIB anual.
En el Proyecto Global de Pastoral PGP 2031-2033, los obispos de México denuncian con claridad profética que la corrupción es uno de los flagelos más profundos de México y afirma: "nuestro país no aguanta más el robo, la opacidad, el despilfarro y el mal uso de sus recursos, porque esto significa pobreza para sus pueblos y miles de historias humanas sin las condiciones necesarias para vivir con dignidad.
Ningún Estado puede sobrevivir donde no se castigan los delitos, donde se han corrompido las instituciones de justicia y no existen los medios para procurar la aplicación de la ley para quien ha cometido algún delito".
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