Grito de Independencia está ahogado por la violencia y la corrupción: CCM

Rebeca Marín

 

El "primer grito" de la "primera mujer" presidenta en México alabará todo lo que demagogia aclama, pero ahogará el grito de millones de mexicanos sometidos por el yugo de la violencia, impunidad y corrupción. A pesar de todo, ¿Qué debemos festejar? Tal vez, no la historia pasada, sino la patria que aún podemos salvar, manifestó el Centro Católico Multimedial.

 

En tanto que el Zócalo capitalino exhibe con fútil gloria las luces y banderas tricolores que hacen eco del aquel Grito de Dolores de 1810, en la víspera del 16 de septiembre, debemos encarar una pregunta incómoda: ¿qué celebramos realmente en el 215 aniversario del inicio de la Independencia?

 

El organismo católico refirió que marcado por porfundas heridas y polarizaciones, los llamados a la unidad del presente parecen caer en la tierra estéril.

 

Hace apenas 25 años, las conmemoraciones de Bicentenario abrían la maravillosa perspectiva de un México unido, fortalecido y en paz, pero eso no parece ser así.

 

No bastan desfiles que demuestran por fuera un apabullante poder castrense, mientras, desde dentro, se carcomen a las instituciones; hace falta un "esfuerzo por promover la justicia", como pedía el Papa san Pío X en 1910, de lo contrario, el Bicentenario de ayer y este aniversario de hoy no serán más que ecos huecos en un país que, pese a todo, sigue latiendo con la fe de su gente.

 

En el editorial titulado "Grito de Independencia… ahogado por la violencia y la corrupción", recordó que en el 2010, los obispos mexicanos publicaron una Carta Pastoral para el Bicentenario que invitaba a "conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra patria".

 

15 años después, ese llamado a la gratitud por el pasado, la responsabilidad en el presente y la esperanza en el futuro choca de frente con una realidad de balas, violencia, acendrada corrupción y promesas rotas.

 

La violencia que cobró miles de vidas en 2024 no cede y escándalos como el "huachicol fiscal", donde se lavaron millones de pesos involucrando a elementos castrenses exhiben una corrupción que devora al Estado mexicano desde adentro.

 

Esa Carta Pastoral, no era un mero panegírico histórico. Los prelados, en un tono de "actitud solidaria y lucidez crítica", se sumaban a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución no para romantizar el pasado, sino para interpelar el presente.

 

"Como creyentes, descubrimos en los hechos de la historia el designio de Dios, aun en medio de las debilidades y pecados de los hombres", escribían, citando a San Juan Pablo II: hay que ver el ayer con gratitud, el hoy con responsabilidad y el mañana con esperanza.

 

La Independencia, con sus ideales de soberanía y libertad bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe como "Patrona de nuestra libertad" y la Revolución, con su clamor por tierra y justicia social, no eran reliquias museísticas. Eran "rostros nuevos" en desafíos complejos: "los ideales propuestos por la Independencia y por la Revolución se nos presentan hoy con nuevos rostros, en situaciones mucho más complejas".

 

Los obispos apostaban por un "diálogo y reconciliación necesarios para el progreso de nuestra Nación", ofreciendo desde la fe, la caridad y la verdad como antídotos a la división.

 

Pero, ¿dónde quedó ese compromiso? En septiembre de 2025, México acumula más de 30 mil homicidios dolosos solo en el último año, según datos preliminares del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

 

Estados como Sinaloa, Guanajuato, Guerrero, Michoacán, Jalisco y México son el epicentro de masacres y desapariciones.

 

El Informe Mundial 2025 de Human Rights Watch denuncia 6,226 quejas por tortura en 2022, un número que, aunque antiguo, refleja una impunidad que persiste: el 95% de los crímenes violentos quedan sin castigo.

 

Y en el frente de la corrupción, el caso "huachicol fiscal" estalló como un recordatorio brutal de la herida que nos aniquila, pero disfrazamos el dolor con el placebo de la demagogia.

 

Redes criminales, enquistadas en las mismas instituciones que juraron lealtad a la bandera y a la patria, desangran a México para enriquecer a pocos y empobrecer a muchos.

 

Frente a este panorama, la Carta Pastoral de 2010 resuena como un eco lejano y profético. Los obispos advertían que la Iglesia, "en el mundo sin ser del mundo", debe iluminar los sucesos con la Palabra, promoviendo solidaridad desde el encuentro con Jesucristo.

 

"Queremos servir a la Nación, colaborando a construir un proyecto cultural desde la fe", decían, en diálogo con académicos plurales. Hoy, ese llamado interpela no solo a los fieles, sino a toda la sociedad: ¿qué sentido tiene gritar "¡viva la Independencia!" si los ideales de Hidalgo que aspiraban a derrocar al mal gobierno, ahora se ahogan en sangre, corrupción y desapariciones y sobornos?

 

¿Celebramos la memoria de próceres que soñaron con un México libre o solo perpetuamos un ritual vacío mientras el presente nos traiciona? 


Share on Google Plus

About .

    Blogger Comment
    Facebook Comment

0 comments:

Publicar un comentario