Rebeca Marín
Actualmente, se estima que en México alrededor de 1.3 millones de personas viven con algún tipo de demencia, una condición neurodegenerativa que afecta progresivamente las funciones cognitivas. Proyecciones indican que esta cifra podría alcanzar los 3.5 millones para el año 2050.
Durante 2022, la prevalencia de los distintos tipos de demencia en la población mexicana fue del 7.8% para la enfermedad de Alzheimer (la forma más común), 4.3% para la demencia vascular y 2.1% para la demencia mixta. La incidencia fue mayor en mujeres, con un 15.3%, frente al 12.5% registrado en hombres.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel global 57 millones de personas viven con demencia, y entre un 60% y 70% de estos casos corresponden a la enfermedad de Alzheimer. Esta condición no forma parte del envejecimiento normal, sino que es consecuencia de enfermedades que dañan las células cerebrales con el tiempo.
Especialistas señalan que existen diversos factores de riesgo asociados, como la edad avanzada, hipertensión arterial, niveles altos de azúcar en sangre, sobrepeso, obesidad, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, inactividad física, aislamiento social y depresión.
Los signos y síntomas pueden variar dependiendo del tipo de demencia, pero en la mayoría de los casos se presentan alteraciones cognitivas como pérdida de memoria, dificultad para comunicarse, problemas de razonamiento, desorientación y dificultad para realizar tareas complejas. También se reportan cambios psicológicos, incluyendo ansiedad, depresión, paranoia, alucinaciones y alteraciones en la personalidad.
El diagnóstico requiere una evaluación médica integral, que puede incluir pruebas cognitivas, neurológicas, resonancias magnéticas, análisis de laboratorio, estudios psiquiátricos y otras exploraciones para descartar causas como tumores, accidentes cerebrovasculares o hidrocefalia.
Especialistas advierten que aunque no existe una cura definitiva, las personas con demencia pueden mantener su calidad de vida a través de actividad física, participación en actividades sociales y estimulación cognitiva. Asimismo, algunas medidas pueden reducir el riesgo de desarrollo hasta en un 35%, mediante el control de la hipertensión, obesidad, diabetes, pérdida auditiva y hábitos saludables como dejar de fumar y reducir el consumo de alcohol.
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