Más de 23 mil familias han abandonado la capital por rentas inalcanzables

Rebeca Marín

 

En los últimos años, colonias tradicionales como Roma Norte, Sur, Condesa o Juárez se han convertido en territorios inaccesibles. Las rentas superan los 44 mil pesos mensuales, mientras la producción de vivienda se desploma: de 20 mil unidades construidas en 2018 a apenas 2 mil en 2025, manifestó el urbanista Iván Amador.

 

El experto señaló que la demanda real es de 70 mil viviendas al año en la capital y 350 mil en la zona metropolitana. A la fecha, apenas se cubre el 1% de esa necesidad.

 

Resaltó que más de 23 mil familias han abandonado la capital en los últimos años por razones económicas.

 

Al mismo tiempo, la mancha urbana devora suelos agrícolas y áreas naturales, incrementando la contaminación y reduciendo la productividad.

 

"Las clases bajas fueron desplazadas hace tiempo; hoy la presión del mercado alcanza a las clases medias y medias bajas, que se ven obligadas a abandonar la ciudad", explica Amador.

 

Se trata de un drama social profundo: familias que, generación tras generación, construyeron la vida de los barrios, hoy son desterradas hacia periferias lejanas, con peores servicios y largas horas de traslado.

 

La gentrificación no es la causa de la crisis, es el síntoma. Iván Amador

 

La raíz está en la incapacidad de generar y regular vivienda asequible. Mejorar la ciudad sin mecanismos de control es condenar a la población a ser desplazada, indicó el urbanista Iván Amado

 

El Colegio de Urbanistas de México, presentó un estudio de investigación denominado: La Crisis Silenciada de la Vivienda en la CDMX: causas y consecuencias de la gentrificación, el cual es el "elefante en la sala" que expulsa a las clases bajas y medias de la CDMX.

 

El ECUM resaltó que hay un problema del que poco se habla, pero que está reconfigurando de raíz a la Ciudad de México: la falta de vivienda asequible.

 

La gentrificación es un problema estructural que gobiernos y políticas públicas han ignorado durante dos décadas, mientras los barrios se encarecen, las familias son expulsadas y el mercado inmobiliario dicta quién puede habitar en la capital.

 

Es un tema recurrente en medios y protestas vecinales, es solo la parte visible de este proceso.

 

La raíz está en otra parte: una ciudad que dejó de producir vivienda social y que renunció a regular el suelo urbano.

 

En el estudio, el Colegio realizó un diagnóstico profundo y una serie de propuestas concretas.

 

Por su parte, Juan Carlos Zentella Gómez, urbanista y especialista en desarrollo socioeconómico, quien lidera el análisis estructural, señaló que el desplazamiento ya no se limita a los sectores más pobres.

 

"Las clases bajas fueron desplazadas hace mucho tiempo. Hoy la presión del mercado está alcanzando a las clases medias y medias bajas, que antes tenían acceso a barrios céntricos. Ahora, incluso ellos se ven forzados a abandonar la ciudad."

 

En tanto, Nina Carolina Izábal Martínez, presidenta del ECUM, enfocada en gobernanza urbana, marco normativo y políticas públicas, consideró que la Ciudad de México ha aprendido a convivir con el tráfico, con la contaminación y con la violencia.

 

"Pero hay un problema silencioso, casi invisible en el debate público, que define el destino de la capital: la crisis de vivienda asequible", afirmó.

 

Ese es el verdadero 'elefante en la sala'. Una realidad incómoda, ignorada en los discursos oficiales, pero que explica la expulsión de familias, el encarecimiento brutal de las rentas y la creciente desigualdad urbana.

 

Así como la escasez estructural de vivienda, que ha expulsado a miles de familias de la ciudad", remarcó la presidenta del Colegio de Urbanistas de México.

 

La escasez estructural de vivienda alimenta este fenómeno:

 

En 2018 se construyeron 20,000 viviendas en la capital.

 

Para 2025, la cifra cayó a apenas 2,000 unidades, menos del 1% de la demanda real

 

La demanda estimada es de 70,000 viviendas al año en CDMX y 350,000 en toda la zona metropolitana

 

El éxodo hacia la periferia es caro, lento y desgastante. Familias enteras gastan más en transporte, pierden horas de vida en traslados y ven reducida su calidad de vida.

"La ciudad se expande de manera insostenible y eso encarece los servicios. El costo no lo paga solo el expulsado: lo pagamos todos", recalcó Zentella.

El costo es también cultural: "La gentrificación no solo encarece la vivienda: destruye comunidades. Se pierden redes de apoyo, negocios locales y formas de vida que daban identidad a los barrios", apunta Amador.

 

La irrupción de plataformas como Airbnb ha acelerado el encarecimiento de las rentas. Más de 26 mil alojamientos turísticos operan hoy en la ciudad, concentrados en zonas centrales.

 

"El problema no es Airbnb, sino la ausencia de regulación. Estas viviendas deberían pagar impuestos como comercios, y esos recursos podrían alimentar programas de vivienda social", propone Izábal.

 

Estudios de la UAM estiman que más de 400 mil familias han sido expulsadas a la periferia en la última década.

Ante este panorama, Izábal exige: un nuevo Plan Metropolitano de Vivienda, registro obligatorio y fiscalización de plataformas digitales, instituciones con presupuesto real y participación ciudadana vinculante.
 


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